domingo, 2 de octubre de 2022

Mandíbula - Mónica Ojeda


Argumento

Fernanda Montero, una adolescente fanática del horror y de las creepypastas (historias de terror que circulan por internet), despierta maniatada en una cabaña oscura en medio del bosque. Su secuestradora, lejos de ser una desconocida, es su profesora de Lengua y Literatura: una mujer joven, marcada por un pasado violento, a quien Fernanda y sus amigas han atormentado durante meses en un colegio de élite Opus Dei. Los motivos del secuestro se irán revelando como algo mucho más complejo y duro de digerir que el bullying a una maestra: una traición inesperada y vinculada a un edificio abandonado, un culto secreto inspirado en creepypastas y un amor juvenil.


El horror blanco como motor de la obra

Toda la novela se basa en este subgénero literario cuya visión nos ofrece la autora.  Como si fuera una revisión del horror cósmico lovecraftiano, este terror blanco que se esconde a la vista, descansa en la idea de que lo más terrorífico no es lo desconocido sino aquello que se conoce a medias. Mónica Ojeda usa las metáforas de manera brillante durante toda la novela, y la manera más sencilla de ilustrar esta idea es imaginarnos a la cría de un cocodrilo dentro de la boca de su madre. A pesar de la protección que puede ofrecer su madre, la cría se somete al terror de que en cualquier momento la situación puede cambiar y provocar su muerte. Esto es el terror blanco que Mónica Ojeda ha traído en esta novela fabulosa, llena de giros y de matices, de personajes que luchan contra sí mismas en un afán de descubrirse y de encontrar un lugar en un entorno que es hostil. 

Un peligro que no puedes ver, pero que sabes que está ahí acechando. Un hormigueo, un picor en los brazos, algo empieza a revelarse a plena luz y provoca el desasosiego del lector y de los protagonistas a partes iguales. La autora consigue estremecernos situándonos en un contexto de secuestro en el que una profesora ha secuestrado a una de sus alumnas. Durante su encierro, viajaremos al pasado de ambas para descubrir cómo han llegado hasta ahí, qué ha provocado que Fernanda esté esposada y atrapada en ese lugar desconocido, y por qué Miss Clara la apunta con una escopeta. 

Ojeda genera de manera prodigiosa una paleta de sentimientos en el lector, con un estilo elaborado y adornado, la narrativa avanza dejando muchas preguntas. Mandíbula es una de esas novelas que le proponen al lector un papel protagonista y necesitan de cierta complicidad para sacar todo su jugo. La idea del horror blanco reúne como referentes varios textos de autores como Poe, Stoker o Lovecraft, haciéndonos reflexionar acerca de que hemos estado delante de este género sin habernos dado cuenta. La novela maneja de manera brillante y juega con la incertidumbre en la trama, que se retuerce a conveniencia de una autora de pluma magistral y para desgracia de sus protagonistas. Porque otra característica de Mandíbula es que nunca sabremos cuándo va a producirse el estallido. En qué momento el miedo va a tomar forma y a revelarse. Sin embargo, todo el rato sentiremos que quizá, para cuando esto ocurra, sea demasiado tarde. Mandíbula es una novela que consigue una atmósfera que ahoga. A través de una gran variedad de recursos narrativos, Mónica Ojeda ilustra una sucesión de capítulos a cada cual más abrumador. 


La maternidad, la feminidad y la angustia como elemento terrorífico

Otra de las cuestiones sobre las que pivota la narrativa de Mandíbula es una exploración acerca de la maternidad. La autora explora el papel de la madre como elemento determinante para configurar no sólo la personalidad de sus personajes, sino también el terror primario que acechará tanto a la pandilla de amigas de Fernanda como a la maestra. El ritmo que propone la autora es lento pero inexorable a través de la voz de un narrador omnisciente. Ojeda narra de una manera magistral y consigue ubicar al lector en los lugares de la novela con un lenguaje ameno y sencillo, que retuerce con metáforas y adornos literarios cuando es necesario. Toda la novela gira en torno a las relaciones de mujeres, ya sea entre madre e hija como entre el grupo de amigas protagonistas. Todo ello con la premisa anterior de que cada persona lleva un trauma consigo, y eso evoluciona. Esta mutación de traumas es lo que hará que nos enfrentemos a la vida de un modo u otro. La propia personaje de Miss Clara ha tenido una relación muy peculiar con su madre, a la que ha decidido imitar hasta el punto de vestirse como ella, incluso después de haber pasado por una educación conservadora y tiránica por parte de su madre. No siendo suficiente, al poco de comenzar la novela la maestra nos contará cómo fue también secuestrada por unas alumnas en otro colegio en el que impartió docencia. Esto se le quedó grabado en el cerebro, obsesionándola hasta el punto de provocar tics nerviosos y revivir el episodio en su mente una y otra vez.

Uno de los puntos más brillantes de la novela es el uso de la angustia. Mandíbula reflexiona acerca de la culpa, de la sensación de amenaza constante. Ojeda construye personajes profundos y creíbles con los que podremos empatizar y comprender a pesar de la brutalidad de sus vidas. Cada acontecimiento es relevante  y nos aporta infomación para deconstruir aún más el concepto de horror blanco y cómo esto tiene que ver con la vida de las chicas y de su maestra. Mandíbula es una obra cuya percepción cambia a cada página y concluye en un final que hará trizas la mente de sus lectores. Y no contenta con esto, Ojeda consigue llevarnos de la mano por una trama llena de horrores, traumas de infancia y generarnos el interés suficiente para no soltar la novela.  



El culto al Dios Blanco y la referencia a la mandíbula

Mandíbula encierra una tercera perla. Y es que toda la novela acaba siendo una reflexión sobre la naturaleza del miedo. Al final de la novela, una de las chicas realizará un ensayo sobre el ensayo sobre el  horror blanco. Annelise Van Isschot se impondrá muy poco a poco en su papel de villana y maestra de ceremonias de la obra. Todo lo que hay entre las páginas de la novela guarda una coherencia, una visión de conjunto que da armonía a la obra. Así ocurre con el personaje de Annelise, que para cuando pasemos la última página del libro nos habrá provocado más de un escalofrío. Una personalidad ladina, manipuladora y calculadora, Anne es un personaje frío que juega con el resto de sus amigas y las hace partícipes de un culto. Sí, en Mandíbula también encontraremos ocultismo y sectas. Annelise construye un culto hacia un dios que encierra todo el concepto de terror blanco y le dota de significado. 

Ojeda maneja las analogías y juega con las imágenes que nos ofrece, y esto guarda una gran importancia dentro del culto al Dios Blanco. La imagen de la mandíbula protegiendo a la cría tiene varias lecturas, así como lo tiene esta novela. ¿Qué ocurriría si la madre no tiene cuidado en no dañar a su cría? La autora nos traslada una y otra vez esta idea desde varios ángulos, convirtiendo a quien nos debía proteger en un monstruo que puede llegar a terminar con nuestra vida, y viceversa. Esta dualidad constante en la que se mueve el narrador es una genialidad al alcance pocos, consiguiendo una novela que rebosa contenido en tan pocas páginas. 


Valoración

Mandíbula es una novela llena de imágenes vivas, frías y calientes. Un planteamiento narrativo que inquieta, lleno de morbosidad, violencia y sexualidad. Mónica Ojeda construye una novela con una atmósfera que ahoga, una puerta abierta por la que el lector entra y cuando quiere darse cuenta ya es demasiado tarde. Mandíbula reúne una polifonía de voces a través de personajes pulidos y bien desarrollados a los que atormenta con todo tipo de perversiones.Una novela en la que a medida que avancemos por sus páginas comprenderemos que no sólo aquello que se esconde en la oscuridad es terrorífico, y que hay horrores que se encuentran a plena luz esperando el momento oportuno para revelarse. 

Una historia que ahoga, en la que Ojeda nos introduce a través de una variedad de recursos narrativos. Cada capítulo quita un poquito más de esperanza a sus protagonistas. La autora nos propone una narrativa llena de capas que se superponen, consiguiendo una coherencia de principio a fin. Mandíbula nos ofrece una crítica a la moral, a la religión, a las instituciones educativas y al peligro de las relaciones de la familia a través de una paleta de recursos narrativos que la autora maneja con soltura. 

Todo desemboca en un final abierto y perturbador que echa raíces en la cabeza de cada lector, pues se basa en la digestión que vayas haciendo de todas las páginas anteriores.  Todo guarda coherencia: desde la construcción de personajes, la trama, los terrores y sobre todo el concepto de terror blanco vertebrando todo este planteamiento. 

Cuando todo tu cuerpo vibra con el pensamiento de que algo está mal, pero no sabes qué es. El horror blanco vive en cada uno de nosotros de una manera diferente, pues como dice la autora: lo más terrorífico no es lo que no se sabe, sino lo que se sabe a medias. Y esto se debe en que el horror se adapta a nuestra mente, haciéndonos vulnerables y que dudemos de todo. 

Una novela que pasa directa a mis lecturas favoritas. 


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