Te sientas a la mesa. Sois los únicos en el restaurante. Te
acompañan Eva y su novia, tu madre y un señor que no conoces que debe ser el
tal Manolo. Todos van vestidos muy elegantes. Te miras y maldices: llevas
puesta la ropa del trabajo de esta mañana. El tal Manolo propone un brindis que
no entiendes. Todos ríen y asienten. Entrechocar de copas. Parecen estar de
acuerdo con el tal Manolo. Brindas de mala gana y maldices para dentro. “¿Quién
será este señor?”, te preguntas.
Cinco camareros trajeados os traen la comida. En cada plato
alcanzas a ver una porción gigante de pizza. Miras a los comensales de tu mesa.
Tanto tu madre como el resto no parecen extrañarse. Levantas la cabeza y miras.
Todo es normal. Los camareros saliendo de vez en cuando de cocina. Algo parece no
encajar cuando tu madre no ha desvariado aún.
—Bueno, a ver, no quiero ser la pelma del grupi, pero
deberíamos comer ya, ¿no? —dice Eva entusiasmada— ¡Que se nos enfría la
comidinchi!
“Qué tía más imbécil”, piensas. El tal Manolo asiente y ríe
ruidoso. El tal Manolo tiene los dientes amarillentos, la piel acartonada y los
ojos de un triste gris plomo. Aún así, parece más joven que tu madre. El tal
Manolo huele a tabaco y a colonia de hombre mayor. No te gusta el tal Manolo.
Eva y su novia se besuquean y se cogen de la mano. Tu madre pasa la mano por el
hombro del tal Manolo y éste le da un beso en la cabeza. Te molesta tanta
felicidad.
Miras tu trozo de pizza: “juraría que se ha movido”,
piensas. Todos agarran sus cubiertos. Das un trago del vaso de agua y vuelves a
mirar tu plato. Un trozo de pizza para cenar. Tu madre odia la pizza, sin
embargo parece estar encantada. “Le estará envenenando el tal Manolo”,
comprendes. Prefieres no pensar en eso. Al menos no antes de comer. Agarras los
cubiertos. Miras de nuevo la pizza de jamón y queso que hay encima. No parece
estar muy caliente.
La pizza de tu plato se mueve. Un aleteo leve. Te levantas
asustado. Miras a los demás, que te miran extrañados.
—Herminia, ¿qué te pasa ahora? —pregunta tu madre.
—La pizza…Se ha movido.
—Pero qué dices, chaval, cómo se va a… —el tal Manolo se
queda mudo al ver todos los trozos de pizza saltar.
Las porciones brincan como peces fuera del agua que luchan
por respirar. Todos encogen el rostro. Tu madre grita y se santigua. Miras tu
plato: tu pizza ya no salta. Al poco tiempo, las demás le imitan. De repente,
ves atónito como a tu porción de pizza le salen brazos y piernas. Se pone de
pie y salta de nuevo. Se sacude a sí misma: ahora tiene ojos y una boca con
dientes pequeños y afilados. Agita sus bracitos y piernas. Mira a sus
compañeras. Ahora todas tienen brazos, piernas y cara. Tu pizza sonríe. Tu
madre vuelve a santiguarse. La cara del tal Manolo es de puro terror, y Eva y
su novia se tapan la cara la una a la otra.
—¿Pero es que nadie va a hacer nada? —te excusas por ser
cobarde— A qué clase de restaurante me habéis traído. Madre, esto ¿qué clase de broma es?
Las porciones de pizza comienzan a interpretar un baile en
perfecta coreografía. Todas sonríen y enseñan sus dientitos. Sus pequeñas manos
se abren y cierran mientras bailan algo parecido al hula.
—Mira, Manolo, ¡están haciendo el hula hula de las
películas! —dice tu madre hurgándose en la nariz.
—Ay,
pero qué cositas más monas. —dice Eva relajándose.
Todos ríen y aplauden el baile de las pizzas. No entiendes
nada. Permaneces de pie. Odias este restaurante de felicidad y pesadilla en el
que ahora ya nada tiene sentido. Tu madre dispara la primera pelotilla de moco
e impacta en el ojo de una de las pizzas. Tu madre ríe y recarga. Dispara.
Segundo impacto certero. La pizza afectada por las mucosidades arrojadizas de
tu madre emite algo parecido a un grito. Sus compañeras detienen el baile y
miran el impacto en el ojo de la pizza herida. Ahora todas saltan como umpa
lumpas enfurecidos. La pizza herida mira a tu madre desafiante. Saliendo de su
plato agarra el cuchillo y emite otro gritito agudo. Sus compañeras le imitan.
—Esto está dejando de tener gracia. —tiembla el tal Manolo
—Dónde están los camareros cuando…
Una de las pizzas salta sobre la cara del tal Manolo. Le
agarra del pelo. El peluquín del tal Manolo cae al suelo, dejando a relucir una
brillante calva. La pizza y tu madre están desconcertadas. La pizza se agarra a
la solapa del tal Manolo y comienza a acuchillar mientras arenga a sus
compañeras. El tal Manolo sangra y cae al suelo. Tu madre dispara. A Eva le han
acuchillado en un ojo. Sonríes. La novia de Eva tiene un cuchillo clavado en el
cuello. Una escena que parece dirigida por el mejor Tarantino.
El trozo de pizza restante te mira. Sostiene el cuchillo y
te grita. “Tengo que salir de aquí”, decides. Y corres como nunca lo has hecho.
La pizza salta desde la mesa y corre detrás de ti. Sus compañeras siguen
trinchando. Al menos tu madre ha dejado tuerta a una de sus enemigas con su
última pelotilla.
Sigue la persecución. Te sabe la boca sangre. No encuentras
la salida. Los camareros han desaparecido. La pizza te pincha un tobillo.
Gritas de dolor y ella lo celebra. Entras en la cocina a trompicones. El
corazón se te sale del pecho. Tienes flato. La puerta de la cocina se abre. No
tienes escapatoria. La pizza descubre tu patético escondite agachado al lado de
la nevera. Comprendes que no tienes escapatoria. Cuchillo en alto, la pizza
avanza hacia a ti corriendo.
Despiertas sudoroso. La boca pastosa. Te duele mucho la
barriga. Respiras sobresaltado. “Ha sido una pesadilla”, razonas. Y de repente
vomitas. Vomitas en el suelo de tu habitación.
Sonríes: con esto me libro de trabajar mañana y no veré a
los asquerosos de la oficina.