miércoles, 16 de octubre de 2019

Los asquerosos - parte II


Huele a sopa con jerez y a lasaña de verduras. También distingues canela. “Tarta” sonríes. —Buenas tardes, hijín —dice sacando la cabeza por fuera de la cocina.
—Buenas tardes, madre. —salivas.
—¿Cómo te ha ido en el puerto? ¿Has arreglado muchos coches? —dice hurgándose en la nariz.
—Por enésima vez, madre, que trabajo en un importantísimo puesto de dirección de jefe de personal. —mientes mientras dejas el maletín de trabajo y te desabrochas el cinturón— Todo el mundo me respeta.
—Y yo qué sé, si en todos los sitios haréis lo mismo. ¿Has hecho muchos amiguitos? —simplifica tirando la pelotilla de moco con gesto rápido.
Suspiras de nuevo. Tu madre no se entera de nada, pero al menos te hace de comer. Tú nunca has querido aprender y tampoco quieres independizarte. “Porque se está muy bien en casa de madre, y papá hace tiempo que no está”, razonas. Algún día serás jefe de la empresa y ella se rendirá. Ese día dejará de hacer este teatro insoportable.
—Pero, esto está asqueroso. —escupes con una mueca de asco— Madre,  esto está soso y esto otro quemado.
—Había una vez un barquito chiquitito, Herminia.
—¿Ya estás otra vez? Que no soy Herminia. Soy tu hijo.
—No sé qué dices, Herminia. Yo no voy a jugar esta tarde al bingo porque he quedado con Manolo.
—¿Quién es Manolo? Estás mancillando la memoria de mi difunto padre?
—A quien buen árbol se arrima… ¡Cuchillo de palo! —y tu madre ríe mientras te da un manotazo en el hombro.
Ves un brillo de maldad en sus ojos que te hace sospechar. Tu madre enciende la tele y mira las noticias. Tú concedes y marcas el teléfono de la pizzería.
—Herminia, ¿cómo estás de lo tuyo?
—Bien, madre, bien. Mañana tengo una reunión importantísima. Así que me iré a la cama pronto esta noche —sonríes orgulloso.
—A enemigo que huye…¡No le mires el diente! —ríe de nuevo hurgándose en la nariz.
Una pizza familiar cuatro quesos y una mediana de barbacoa. Pagas al pizzero y devoras. Te abres varias cervezas.
—La tía esta de las noticias es una fresca, Herminia. En nuestra época esto no pasaba, que ya tengo 88 años —dispara la pelotilla y recarga de nuevo.
Estás borracho. Te has comido las dos pizzas. Has acabado con los tres litros de cerveza que quedaban en la nevera. Mientras, tu madre dispara pelotillas de moco más rápido que Lucky Luke vaciando un cargador. Terminas el último trago y te diriges a tu habitación.
—¿Dónde vas, Herminia?
No contestas. Y antes de quitarte la ropa ya estás durmiendo la mona sobre la cama sin deshacer.






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