martes, 13 de octubre de 2020

Disforia - David Jasso

 Argumento

Algo se mueve entre las sombras, algo viaja entre la locura y el terror. La sociedad arrastra una crisis económica y de valores que parece irreversible. Esther y Tomás, un matrimonio joven con serios problemas laborales, deciden pasar un último fin de semana, junto con su hija de dos años Say, en el apartamento de montaña que compraron en tiempos mejores y que ahora necesitan vender. En plena tormenta de nieve, alguien llama a su puerta y comienza la pesadilla. Veinticuatro horas de terror extremo, en las que deberán luchar para sobrevivir. En su huida, la situación se complicará aún más y se verán obligados a enfrentarse a sus miedos más profundos y ancestrales. Porque, además, alguien que se desplaza entre las sombras les acompaña en su viaje sin retorno.


Personajes

Disforia es una novela de personajes desgraciados. Todos arrastran varios problemas, enfermedades o circunstancias complicadas que proyectan sobre ellos una sombra de apatía y desidia. La novela se estructura en capítulos según el personaje que los protagonice.

Esther es algo parecido a la protagonista de la novela. Padece una enfermedad conocida como disforia, que le hace sumirse en emociones negativas, hasta el punto de provocarle reacciones violentas o pensamientos tóxicos con sus seres queridos. Trabajaba en una empresa a cargo del departamento de marketing, pero la sociedad y su crisis generalizada provocan el hundimiento del modo de vida de Esther, y con ello la posibilidad de pagarse el tratamiento de su enfermedad. Esther es protectora con su hija, impulsiva y de personalidad fuerte. Es resolutiva cuando debe serlo y sólo piensa en proteger a Say. 

Sara es la hija de dos años del matrimonio. Le apodan Say, y será ella quien dé comienzo a la acción narrativa como tal al decirle a su madre que hay un hombre en su cuarto. A pesar de regalarnos momentos tiernos y sacarnos una sonrisa, Say es un personaje que sobra por completo en la novela. Su inocencia, felicidad y la luz que proyecta contrasta demasiado con la atmósfera de tensión y oscuridad en la que nos quiere introducir el autor. Casi todos los capítulos de Say rompen la tensión narrativa creada en capítulos anteriores. La perspectiva de la niña, infantil y más simple que el resto de los personajes adultos, nos traslada a la mente de un personaje que no está alineado con la trama principal, y tampoco tiene otras narrativas secundarias en las que intervenir. Say se preocupa por lo que se preocupa una criatura de su edad: dónde está mamá, dónde está papá y jugar. Por tanto, es un personaje poco utilizado. Más allá de introducirnos en la tensión inicial de la novela, es un personaje al que el autor no consigue sacarle jugo.

Tomás es un personaje que participa poco en la novela. En las primeras páginas lleva la voz cantante. Según lleguemos a las 20-30 primeras páginas del libro, desaparecerá y le dejará las riendas de la novela a su mujer, Esther. En paro, Tomás es un personaje que vive asqueado con su vida. Será él quien nos dé el por qué de la novela. La explicación para cerrar la novela será su única intervención destacable. Para el resto de situaciones, Tomás es un pusilánime que hace todo lo que le dicen. En armonía con la crisis que atraviesa la sociedad de la novela, Tomás se deja hacer y llevar por los dos focos de la novela: Esther y Nolasco.

Nolasco es el antagonista de la novela. Para nada es un villano al uso, sino un personaje más de la lista de desgraciados que sufren. Será quien se cuele en casa del matrimonio y dé comienzo a la historia como tal. Es un demente, mentiroso y con la única convicción de ayudar a la gente a morir cuando no tienen el valor suficiente para quitarse la vida por sí mismos. Sin carisma ninguna, la posibilidad de Nolasco de crear un clima de suspense o tensión en el que sumergir al lector se verá torpedeado por el autor al sacarnos constantemente de la novela. Nolasco es un hombre de edad avanzada, por lo que en los varios enfrentamientos que tiene con otros personajes de la novela, a menudo saldrá perdiendo. Un personaje que intentan vendernos como complejo, pero que acaba siendo más plano de los que nos gustaría. La motivación de Nolasco para ser este pseudovillano es bastante pobre. Por mucho que nos la intenten disfrazar de que ha perdido la razón al haber perdido a un ser querido, termina por transmitir más pena y ternura que terror como tal.

Zael es el hijo de Nolasco. Un personaje secundario que se encarga de molestar a todos los demás personajes en sus intentos de progresar. De mentalidad infantil, trata de agradar a su padre para obtener su aprobación, pero no soporta la violencia. Ello provoca varias escenas en las que ayuda a Esther y Say a escapar de su padre. Zael es un personaje al servicio del guión. Una herramienta que usa el autor para sacarnos o enfangarnos en momentos de tensión.

En general, no veo ningún personaje que destaque por encima del resto. Todos parecen estar cortados por un patrón común, salvo Say. La niña será la única nota discordante en la novela al sacarnos una sonrisa tierna o un puchero en casi todas sus intervenciones inocentes. Todos respiran el aire de negatividad y crisis que atraviesa una sociedad de la que nos cuentan poco. En ese sentido, veo un acierto en un primer boceto de los personajes, pero me han parecido personajes de poca profundidad o calado. Al terminar la novela no nos llevaremos recuerdo de ninguno. 


Técnica

Uno de los problemas principales que tiene Disforia  es que sobran demasiadas páginas. La novela empieza en realidad a partir de la página 40. El motor narrativo no se pone en marcha hasta que no aparece Nolasco en escena. Lo anterior es un intento de poner en contexto al lector y sobra, ya que todo lo dicho en esas páginas se repite más adelante. Además, el narrador es confuso: a veces parece saberlo todo y otras ser un espectador más de la historia.

Hay dos tipos de capítulos: los normales, mediante los cuales el autor desarrolla la trama de la novela, y los intermedios. Los intermedios sacan al lector de la tensión y nos muestran cosas que no tienen nada que ver con lo que ocurre con la trama principal. Mediante ellos, el autor trata de explicar algo de uno de los personajes, pero acaban resultando demasiada información irrelevante. El resultado acaba siendo una trama descafeinada que en un principio parece interesante y bien ambientada, pero que acaba resultando aburrida al sobrar tanta información irrelevante y faltar sobre aspectos que en mi opinión son más importantes: como la ambientación y el contexto, inexistentes por completo. 

La novela no genera terror ni tensión alguna, ya que cada dos o tres capítulos normales el autor nos introduce un intermedio, alejándonos una y otra vez de lo que ocurre en la trama principal para contarnos algo que no tiene nada que ver y que casi siempre repite una o varias veces en páginas posteriores. Después de un intermedio, el libro trata de situarnos de nuevo en la acción narrativa. Este vaivén de entrar y salir de la trama principal, y única, provoca que nuestra atención se disperse y perdamos interés. Sobre todo porque cuando se empieza a generar algo de tensión el autor nos vuelve a sacar para contarnos algo ajeno por completo a lo que ocurre en ese momento, ya sea mediante un capítulo intermedio o con una intervención de Say.

La novela transcurre en medio de una ambientación confusa: una sociedad distópica en la que la gente se suicida en forma de protesta, crisis política y económica, huelgas y la apatía social flota en el ambiente. Sin embargo, el autor no explica apenas sobre lo que ocurre. Más allá de decir que hay una crisis general y que la gente se suicida en forma de protesta no sabemos nada. Al final, la novela es cierto que se convierte en claustrofóbica, pero por la sencilla razón de que llega un punto en el que lo que ocurra en la casa y en la trama principal no nos interese. Acaba siendo mucho más interesante, quizá por la falta de información, saber sobre lo que ocurre alrededor de la trama principal y el autor sólo nos cuenta detalles sobre dicha trama. Me habría gustado ver una explicación de qué pasa en la sociedad: qué ha llevado a dicha crisis, qué ocurre en el gobierno, qué ocurre en la economía, algo más de detalle en la explicación de las Plazas de la Ida y del movimiento en el que la gente se suicida de forma masiva… Disforia es una novela con casi 400, pero el autor malgasta cerca de la mitad en aspectos estériles a la narrativa. Esto nos lleva al siguiente problema principal de la novela: falta de contexto. Si algunas de esas páginas las hubiera empleado en desarrollar un buen contexto narrativo, puede que el resultado hubiera sido diferente y hubiéramos podido sentir algo más de angustia o terror. 

Las cinco últimas páginas son las mejores de toda la novela. 

A destacar

A pesar de todo lo anterior, en un primer momento, la novela parece interesante. El argumento es potente y motiva a empezar a leer: un matrimonio joven con una hija de dos años pasa unas vacaciones en una cabaña de alta montaña, siendo acosados por un asesino que se cuela en su casa. Además, el contexto que esboza el autor es muy potente: la crisis política y económica que atraviesa la sociedad, los suicidios colectivos… La imagen del espectáculo de las Plazas de la Ida, a las que la gente acude a suicidarse, acaba siendo un reclamo para el lector. Algo a lo que agarrarse para no dejar de leer la novela. 

Sin embargo, al sobrar demasiadas páginas, la tensión se difumina. Al final, Disforia es una novela que pierde impacto.

Disgustos

La novela tiene dos problemas fundamentales: exceso de información irrelevante sobre los personajes y la escasez de la misma sobre el contexto narrativo. Si la novela hubiera tenido en torno a 200 páginas, o hubiera empleado las mismas en desarrollar un contexto narrativo más amplio o convincente, la novela hubiera sido mucho más impactante. 

Otro de los aspectos que me han parecido mejorables es la falta de desarrollo de los personajes. Todos acaban siendo muy planos, salvo lo ocurrido en los dos últimos capítulos, que son dos epílogos una vez finalizada la novela, en el resto de la novela veremos personajes a los que me hubiera gustado verles algo más de profundidad. Tampoco hay un villano o una figura que inspire terror. En este caso, Nolasco acaba despertando los mismos sentimientos que la niña o su madre o su padre: pena o ternura. 

También me hubiera gustado que existiera alguna que otra trama secundaria que enriqueciera a la principal. En mi opinión, la novela debería haber empezado en las últimas cinco páginas y continuar ahí una vez transcurrido todo lo anterior. La Esther que vemos en esas últimas líneas es un personaje que poco tiene que ver con la que conocemos en el transcurso de la novela.



Valoración: 5 / 10

Disforia es una historia interesante sobre el papel, pero acaba siendo una novela descafeinada al sacarte el autor constantemente de la acción narrativa con información irrelevante, o incluso repetitiva. Aunque el argumento inicial nos motiva a leer, esa tensión inicial se acaba difuminando en la inmensidad de páginas que no aportan nada a la novela. 

Un libro que podría haber sido y no fue. El hecho de que nos saquen constantemente de la narrativa hace que tampoco sea una lectura fácil. Falta un contexto narrativo que nos ambiente y nos sitúe en esa sociedad decadente que el autor nos esboza. 

Los personajes acaban siendo todos cortados por el mismo patrón: desgraciados con alguna enfermedad, problema personal o circunstancias que le provocan desidia y pocas ganas de vivir. La falta de un villano o situación que genere terror o suspense también es algo reseñable.

Creo que hay otras opciones mejores para libros de terror. No obstante, no es un mal libro a fin de cuentas. El argumento inicial es impactante. Si buscas una lectura poco trascendente en la que divagar puede que en Disforia encuentres lo que buscas. 

 

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