Argumento
ESPERO QUE NO TE HAYAS OLVIDADO DE MÍ. ¿JUGAMOS?
Cuando Antonia Scott recibe este mensaje, sabe muy bien quién se lo envía. También sabe que ese juego es casi imposible de ganar. Pero a Antonia no le gusta perder.
Después de todo este tiempo huyendo, la realidad ha acabado alcanzándola. Antonia es cinturón negro en mentirse a sí misma, pero ahora tiene claro que si pierde esta batalla, las habrá perdido todas.
—La reina es la figura más poderosa del tablero —dice el Rey Blanco—. Pero por poderosa que sea una pieza de ajedrez, nunca debe olvidar que hay una mano que la mueve.
—Eso ya lo veremos—, responde Antonia.
EL FINAL ES SOLO EL PRINCIPIO
Personajes
En este libro veremos al Gómez-Jurado más salvaje: retorciendo aún más si cabe a los personajes de la novela. Jon y Antonia se ven inmersos en una persecución contrarreloj que les lleva a resolver varios crímenes a encargo del villano de la pentalogía: el señor White.
La trama continúa en el punto exacto en el que termina Loba negra: Jon ha sido secuestrado. Antonia recibe un mensaje que cambia el transcurso de la novela y sienta las bases de lo que será la narrativa principal. El remitente del mensaje no es otro que el señor White, quien por fin se hace dueño de la trama y aparece como principal figura antagonista a cara descubierta.
Las primeras 100 páginas del libro transcurren con con una Antonia Scott buscando al inspector desaparecido a la vez que trata de poner a salvo a su familia de las garras de White. Esto supone algo novedoso, pues nunca hemos visto a Antonia sin Jon tanto tiempo. La ausencia del inspector provoca que la trama quede huérfana. Esto lo veníamos viendo desde el inicio de Reina Roja: la trama principal queda huérfana sin el inspector, convirtiéndose por derecho en el personaje más importante. Aunque Antonia lo intenta, no es capaz de sostener por sí sola la trama. Aun con escenas de persecución con gran ritmo, la novela se hace demasiado dependiente del inspector vasco. El resultado de esta primera parte es la sensación de que nos falta algo. Se nota demasiado que falta Jon, ya que seguimos siendo incapaces de proyectarnos en el personaje de Antonia Scott. Esto se debe a que sigue siendo el ser humano más inteligente del planeta y sus procesos mentales están más allá de cualquier mortal, si a ello le unimos que tampoco contamos con un secundario potente que dé un paso al frente y consiga llenar el hueco del inspector, como lector sentí que me faltaba algo importante en la trama.
Jon vuelve unas páginas más adelante con una bomba instalada en su cuello, atornillada directamente sobre sus vértebras con una amenaza del villano: si tratan de quitársela, activará el mecanismo de la bomba y Jon morirá. Para evitar que White active la bomba, ambos deberán resolver varios crímenes que les encargará el misterioso antagonista. Esta amenaza queda diluida a lo largo de las páginas, pues salvo en un par de momentos puntuales, no se menciona apenas la bomba o las posibles consecuencias de la operación con la que han atornillado sobre la columna del inspector un aparato metálico. Creo que se le podría haber sacado más partido a la bomba. La sensación que tuve fue de ser algo irrelevante en el desarrollo de la trama.
Poco a poco, el inspector va recuperando tono y la novela vuelve al cauce de los libros anteriores: en el que encontramos a nuestro dúo protagonista en su mejor momento. Antonia, cada vez más humana. Jon, cada vez más taciturno y preocupado, comido por sus contradicciones y miedo a la muerte. Este es el libro en el que veremos al dúo protagonista presionado hasta la extenuación. Algo amenaza el proyecto Reina Roja y White presionando aún más, todo se sucederá en una espiral que irá ganando ritmo a medida que vayamos pasando páginas. Antonia y Jon siguen su proceso de evolución hasta culminar en un desenlace que conseguirá sacarnos una sonrisa de oreja a oreja. Ambos personajes vuelven a hacer su papel a la perfección, echándose la novela a la espalda y llevándola a muy buen puerto.
El caso de White y Sandra Fajardo es bastante llamativo. Puesto que son los únicos personajes que no experimentan una evolución más allá de cómo surgen y qué les mueve. Más allá del nacimiento de White como villano o cómo Sandra acaba dentro de la trama, la evolución de ambos personajes es prácticamente inexistente. Ambos quedan reducidos a un simple “todo por la pasta” y a una envidia malsana por haber sido desplazada a un segundo lugar, respectivamente. Todo esto es bastante llamativo en contraste con el resto de personajes, a los que sí apreciamos un cambio a nivel emocional y físico. En mi opinión, esperaba mucho más de un villano como el señor White, del que llevamos escuchando hablar desde El paciente. Cinco libros después apenas sabemos más de él que lo contado hasta ahora. Más de lo mismo ocurre con Sandra, que protagoniza un gran plot twist a mitad de novela, pero cuya participación en la trama apenas trasciende de ahí. El final de ambos personajes en la novela acaba siendo demasiado simple para mi gusto.
Técnica
Este libro constata lo que es una evidencia desde las primeras páginas de Reina Roja: la trama es demasiado dependiente de Jon Gutiérrez. En el inicio de Rey BLanco, sin el inspector que está secuestrado por White, Antonia soporta todo el peso de la trama. En este punto, Gómez-Jurado introduce varias escenas de persecución y emocionantes con coches a toda velocidad para compensar, pero no es suficiente en mi opinión. El inspector Gutiérrez es el coloso sobre el que se erige toda la trama, y hasta que no pasan aproximadamente 100 páginas y comienza la segunda parte de la novela no volveremos a ver al inspector. De este modo la trama queda algo huérfana en el primer acto. Poco a poco el inspector va recuperándose de las secuelas del secuestro y volviendo a ser el que era. Esto tampoco ayuda demasiado, ya que el inspector se lía a resolver los crímenes que le manda White con su compañera con dos aparatos explosivos taladrados y adheridos a su columna vertebral sin aparentes consecuencias.
Más allá de eso, la novela retoma el tono de los libros anteriores: con estilo directo, lenguaje ameno y sencillo de leer. Gómez-Jurado vuelve a hacer gala de una batería de recursos al servicio de la narrativa. Algo a destacar sin duda es la uniformidad de la prosa del autor, que lleva al lector por aquellos caminos que desea según conviene a la narrativa, solucionando las tramas secundarias que se van planteando.
La atmósfera está más viciada, lo cual se agradece. Como lectores percibiremos cómo los personajes están exhaustos. Juan Gómez-Jurado consigue trasladarnos el sufrimiento por el que pasan Antonia en su intento de proteger a sus seres queridos, además de a Jon tratando de sobreponerse y mantenerse sereno a pesar de sus circunstancias.
El final de la novela es precipitado, como viene siendo habitual en los dos libros anteriores. El modo en el que Antonia resuelve el enigma vuelve a ser repentino y parece que está sólo a su alcance: un fogonazo de lucidez y genialidad. Un recurso que de nuevo podría salir cruz. No obstante vuelve a salir cara para alivio de los lectores, y de la propia Antonia. Que nos diga que sabía toda la información desde hace tiempo atrás no cambia nada, ya que como lector no tenemos esa información hasta que ella lo verbaliza. Sinceramente esperaba un final más elaborado teniendo en cuenta los personajes que intervienen.
El epílogo, sin embargo, conseguirá sacarnos una sonrisa de ilusión, de esas que ponen de manifiesto el cariño que ha germinado dentro de nosotros hacia Antonia y Jon. Rey blanco pone fin a una saga que comenzó en El paciente y Cicatriz, y culmina en la trilogía de Reina Roja. De nuevo hay multitud de referencias a los libros anteriores. Creo que es de elogiar al autor lo que ha conseguido con ambos personajes: un dúo tan carismático, tan bien construido y conseguir que los lectores nos encariñemos tanto con ellos es algo sin duda reseñable. A pesar de ello, quedan varios cabos por atar, con los que el autor deja la puerta abierta para un posible regreso.
A destacar
La uniformidad de nuevo es la seña de identidad del autor: sin baches ni sobresaltos, la trama se desarrolla página a página. De nuevo vemos las conexiones con las novelas de inicio de la saga: El paciente y Cicatriz. Esta uniformidad se agradece, creando una sensación de conexión en toda la historia. Al final de Rey blanco tendremos una gran sensación de plenitud, que se acrecienta al haber leído todos libros en el orden correcto.
La facilidad de lectura. Con todo, esta es la novela que más amena de leer me ha parecido. Una novela que se devora en pocos días.
El ritmo en la novela va de menos a más, coincidiendo con la recuperación de Jon.
El epílogo conseguirá hacernos sonreír. Veremos como ambos protagonistas han experimentado una evolución palpable. Una Antonia mucho más humana y más feliz, un Jon más resolutivo. Éste es el verdadero final de la novela. Quedan varios cabos por atar: como el caso de White, que sigue vivo en el hospital recuperándose. Con todo ello, el autor introduce una pequeña llama de esperanza. Algo que le permita poder continuar con la saga en el futuro de ser necesario. Juan Gómez-Jurado consigue ilusionar con el final de una saga que alcanza un nivel fantástico. Personalmente me gustaría que la historia de Antonia y Jon concluyera aquí, y que el autor nos sorprendiera con otras novelas alejadas de estos protagonistas. Siempre está el miedo de que las expectativas nos traicionen y arruinen una continuación. Sea como fuere, tanto si el autor continuara la saga como si nos sorprende con un planteamiento nuevo, aquí tiene un seguidor que le acompañará allá donde nos lleve.
Disgustos
Hay demasiados flashbacks. Aunque es un recurso muy utilizado por el autor en sus libros, he tenido la sensación de que en este libro se ha abusado de ellos. El hecho de introducir un flashback pausa la acción narrativa para explicar un concepto que el autor cree necesario para el desarrollo de la novela. Aunque la trama prosigue tal cual termina el flashback, tuve la sensación de que hubiera preferido una explicación menos extensa a través de los personajes que protagonizan la escena en ese momento. Esto, unido a una trama algo lineal como viene siendo habitual en la saga, da como resultado una novela algo menos dinámica que las anteriores.
Poco desarrollo de los villanos. Sabemos el inicio y el por qué de los villanos. Tanto Sandra como White son dos personajes de los que sabremos su motivación y cómo surgieron, pero acaban siendo personajes poco desarrollados y que permanecen invariables a lo largo de la saga. Lo cual es bastante sorprendente teniendo en cuenta que el resto de personajes, secundarios incluidos, evolucionan a lo largo de las novelas.
El final de la novela vuelve a resolverse de manera muy repentina y muy al estilo Antonia Scott: un destello de lucidez que sale favorable. Aunque, siendo sinceros, te crees que Antonia sea capaz de hacer lo que hace, personalmente me hubiera gustado un final más elaborado tanto en esta novela como en las otras dos.
Valoración
Rey Blanco pone fin a una pentalogía de éxito, dejando por evidente que Juan Gómez-Jurado es un autor de personajes: con un gran talento para su construcción y desarrollo. Una vez más, es más importante cómo interaccionan los personajes unos con otros que lo que ocurre a nivel de acción. Es ahí es donde el autor consigue sacar toda su fuerza. En este caso hablamos de Jon y Antonia como un trasunto del binomio fantástico de Rodari. Una pareja inseparable y sin la cual la novela no tendría sentido. Rey Blanco va de menos a más, continuando en el punto exacto en el que terminó Loba negra.
Después de un inicio algo más flojo, la novela recupera el tono habitual al que nos tiene acostumbrados Gómez-Jurado: con unos personajes que harán las delicias del lector. De nuevo la sensación de uniformidad será lo más destacable de la obra de Gómez-Jurado. Un autor que consigue meterse al lector en el bolsillo con apenas unas líneas al inicio de cada novela. La novela transcurre y los personajes seguirán experimentando su proceso de evolución particular. Ni Jon ni Antonia serán los mismos al concluir la historia.
Rey Blanco pone fin a la que parece que ha sido la historia de Antonia Scott y Jon Gutiérrez. Sin embargo, su autor nos deja algunos cabos sueltos y un final abierto.
¿Volverán Antonia y Jon? Sólo su autor lo sabe. Sin lugar a duda, ésta ha sido una experiencia de lectura la mar de recomendable. Gómez-Jurado es un autor que conecta con el lector. Una estructura fácil de seguir, personajes pulidos, bien construidos cumpliendo su papel y una prosa cuidada hacen de sus novelas algo muy ameno de leer, y una historia que merece ser leída y con la que podremos disfrutar.
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