viernes, 30 de octubre de 2020
La quinta víctima - J. D. Barker
martes, 20 de octubre de 2020
El pistolero - Stephen King
martes, 13 de octubre de 2020
Disforia - David Jasso
Argumento
Algo se mueve entre las sombras, algo viaja entre la locura y el terror. La sociedad arrastra una crisis económica y de valores que parece irreversible. Esther y Tomás, un matrimonio joven con serios problemas laborales, deciden pasar un último fin de semana, junto con su hija de dos años Say, en el apartamento de montaña que compraron en tiempos mejores y que ahora necesitan vender. En plena tormenta de nieve, alguien llama a su puerta y comienza la pesadilla. Veinticuatro horas de terror extremo, en las que deberán luchar para sobrevivir. En su huida, la situación se complicará aún más y se verán obligados a enfrentarse a sus miedos más profundos y ancestrales. Porque, además, alguien que se desplaza entre las sombras les acompaña en su viaje sin retorno.
Personajes
Disforia es una novela de personajes desgraciados. Todos arrastran varios problemas, enfermedades o circunstancias complicadas que proyectan sobre ellos una sombra de apatía y desidia. La novela se estructura en capítulos según el personaje que los protagonice.
Esther es algo parecido a la protagonista de la novela. Padece una enfermedad conocida como disforia, que le hace sumirse en emociones negativas, hasta el punto de provocarle reacciones violentas o pensamientos tóxicos con sus seres queridos. Trabajaba en una empresa a cargo del departamento de marketing, pero la sociedad y su crisis generalizada provocan el hundimiento del modo de vida de Esther, y con ello la posibilidad de pagarse el tratamiento de su enfermedad. Esther es protectora con su hija, impulsiva y de personalidad fuerte. Es resolutiva cuando debe serlo y sólo piensa en proteger a Say.
Sara es la hija de dos años del matrimonio. Le apodan Say, y será ella quien dé comienzo a la acción narrativa como tal al decirle a su madre que hay un hombre en su cuarto. A pesar de regalarnos momentos tiernos y sacarnos una sonrisa, Say es un personaje que sobra por completo en la novela. Su inocencia, felicidad y la luz que proyecta contrasta demasiado con la atmósfera de tensión y oscuridad en la que nos quiere introducir el autor. Casi todos los capítulos de Say rompen la tensión narrativa creada en capítulos anteriores. La perspectiva de la niña, infantil y más simple que el resto de los personajes adultos, nos traslada a la mente de un personaje que no está alineado con la trama principal, y tampoco tiene otras narrativas secundarias en las que intervenir. Say se preocupa por lo que se preocupa una criatura de su edad: dónde está mamá, dónde está papá y jugar. Por tanto, es un personaje poco utilizado. Más allá de introducirnos en la tensión inicial de la novela, es un personaje al que el autor no consigue sacarle jugo.
Tomás es un personaje que participa poco en la novela. En las primeras páginas lleva la voz cantante. Según lleguemos a las 20-30 primeras páginas del libro, desaparecerá y le dejará las riendas de la novela a su mujer, Esther. En paro, Tomás es un personaje que vive asqueado con su vida. Será él quien nos dé el por qué de la novela. La explicación para cerrar la novela será su única intervención destacable. Para el resto de situaciones, Tomás es un pusilánime que hace todo lo que le dicen. En armonía con la crisis que atraviesa la sociedad de la novela, Tomás se deja hacer y llevar por los dos focos de la novela: Esther y Nolasco.
Nolasco es el antagonista de la novela. Para nada es un villano al uso, sino un personaje más de la lista de desgraciados que sufren. Será quien se cuele en casa del matrimonio y dé comienzo a la historia como tal. Es un demente, mentiroso y con la única convicción de ayudar a la gente a morir cuando no tienen el valor suficiente para quitarse la vida por sí mismos. Sin carisma ninguna, la posibilidad de Nolasco de crear un clima de suspense o tensión en el que sumergir al lector se verá torpedeado por el autor al sacarnos constantemente de la novela. Nolasco es un hombre de edad avanzada, por lo que en los varios enfrentamientos que tiene con otros personajes de la novela, a menudo saldrá perdiendo. Un personaje que intentan vendernos como complejo, pero que acaba siendo más plano de los que nos gustaría. La motivación de Nolasco para ser este pseudovillano es bastante pobre. Por mucho que nos la intenten disfrazar de que ha perdido la razón al haber perdido a un ser querido, termina por transmitir más pena y ternura que terror como tal.
Zael es el hijo de Nolasco. Un personaje secundario que se encarga de molestar a todos los demás personajes en sus intentos de progresar. De mentalidad infantil, trata de agradar a su padre para obtener su aprobación, pero no soporta la violencia. Ello provoca varias escenas en las que ayuda a Esther y Say a escapar de su padre. Zael es un personaje al servicio del guión. Una herramienta que usa el autor para sacarnos o enfangarnos en momentos de tensión.
En general, no veo ningún personaje que destaque por encima del resto. Todos parecen estar cortados por un patrón común, salvo Say. La niña será la única nota discordante en la novela al sacarnos una sonrisa tierna o un puchero en casi todas sus intervenciones inocentes. Todos respiran el aire de negatividad y crisis que atraviesa una sociedad de la que nos cuentan poco. En ese sentido, veo un acierto en un primer boceto de los personajes, pero me han parecido personajes de poca profundidad o calado. Al terminar la novela no nos llevaremos recuerdo de ninguno.
Técnica
Uno de los problemas principales que tiene Disforia es que sobran demasiadas páginas. La novela empieza en realidad a partir de la página 40. El motor narrativo no se pone en marcha hasta que no aparece Nolasco en escena. Lo anterior es un intento de poner en contexto al lector y sobra, ya que todo lo dicho en esas páginas se repite más adelante. Además, el narrador es confuso: a veces parece saberlo todo y otras ser un espectador más de la historia.
Hay dos tipos de capítulos: los normales, mediante los cuales el autor desarrolla la trama de la novela, y los intermedios. Los intermedios sacan al lector de la tensión y nos muestran cosas que no tienen nada que ver con lo que ocurre con la trama principal. Mediante ellos, el autor trata de explicar algo de uno de los personajes, pero acaban resultando demasiada información irrelevante. El resultado acaba siendo una trama descafeinada que en un principio parece interesante y bien ambientada, pero que acaba resultando aburrida al sobrar tanta información irrelevante y faltar sobre aspectos que en mi opinión son más importantes: como la ambientación y el contexto, inexistentes por completo.
La novela no genera terror ni tensión alguna, ya que cada dos o tres capítulos normales el autor nos introduce un intermedio, alejándonos una y otra vez de lo que ocurre en la trama principal para contarnos algo que no tiene nada que ver y que casi siempre repite una o varias veces en páginas posteriores. Después de un intermedio, el libro trata de situarnos de nuevo en la acción narrativa. Este vaivén de entrar y salir de la trama principal, y única, provoca que nuestra atención se disperse y perdamos interés. Sobre todo porque cuando se empieza a generar algo de tensión el autor nos vuelve a sacar para contarnos algo ajeno por completo a lo que ocurre en ese momento, ya sea mediante un capítulo intermedio o con una intervención de Say.
La novela transcurre en medio de una ambientación confusa: una sociedad distópica en la que la gente se suicida en forma de protesta, crisis política y económica, huelgas y la apatía social flota en el ambiente. Sin embargo, el autor no explica apenas sobre lo que ocurre. Más allá de decir que hay una crisis general y que la gente se suicida en forma de protesta no sabemos nada. Al final, la novela es cierto que se convierte en claustrofóbica, pero por la sencilla razón de que llega un punto en el que lo que ocurra en la casa y en la trama principal no nos interese. Acaba siendo mucho más interesante, quizá por la falta de información, saber sobre lo que ocurre alrededor de la trama principal y el autor sólo nos cuenta detalles sobre dicha trama. Me habría gustado ver una explicación de qué pasa en la sociedad: qué ha llevado a dicha crisis, qué ocurre en el gobierno, qué ocurre en la economía, algo más de detalle en la explicación de las Plazas de la Ida y del movimiento en el que la gente se suicida de forma masiva… Disforia es una novela con casi 400, pero el autor malgasta cerca de la mitad en aspectos estériles a la narrativa. Esto nos lleva al siguiente problema principal de la novela: falta de contexto. Si algunas de esas páginas las hubiera empleado en desarrollar un buen contexto narrativo, puede que el resultado hubiera sido diferente y hubiéramos podido sentir algo más de angustia o terror.
Las cinco últimas páginas son las mejores de toda la novela.
A destacar
A pesar de todo lo anterior, en un primer momento, la novela parece interesante. El argumento es potente y motiva a empezar a leer: un matrimonio joven con una hija de dos años pasa unas vacaciones en una cabaña de alta montaña, siendo acosados por un asesino que se cuela en su casa. Además, el contexto que esboza el autor es muy potente: la crisis política y económica que atraviesa la sociedad, los suicidios colectivos… La imagen del espectáculo de las Plazas de la Ida, a las que la gente acude a suicidarse, acaba siendo un reclamo para el lector. Algo a lo que agarrarse para no dejar de leer la novela.
Sin embargo, al sobrar demasiadas páginas, la tensión se difumina. Al final, Disforia es una novela que pierde impacto.
Disgustos
La novela tiene dos problemas fundamentales: exceso de información irrelevante sobre los personajes y la escasez de la misma sobre el contexto narrativo. Si la novela hubiera tenido en torno a 200 páginas, o hubiera empleado las mismas en desarrollar un contexto narrativo más amplio o convincente, la novela hubiera sido mucho más impactante.
Otro de los aspectos que me han parecido mejorables es la falta de desarrollo de los personajes. Todos acaban siendo muy planos, salvo lo ocurrido en los dos últimos capítulos, que son dos epílogos una vez finalizada la novela, en el resto de la novela veremos personajes a los que me hubiera gustado verles algo más de profundidad. Tampoco hay un villano o una figura que inspire terror. En este caso, Nolasco acaba despertando los mismos sentimientos que la niña o su madre o su padre: pena o ternura.
También me hubiera gustado que existiera alguna que otra trama secundaria que enriqueciera a la principal. En mi opinión, la novela debería haber empezado en las últimas cinco páginas y continuar ahí una vez transcurrido todo lo anterior. La Esther que vemos en esas últimas líneas es un personaje que poco tiene que ver con la que conocemos en el transcurso de la novela.
Valoración: 5 / 10
Disforia es una historia interesante sobre el papel, pero acaba siendo una novela descafeinada al sacarte el autor constantemente de la acción narrativa con información irrelevante, o incluso repetitiva. Aunque el argumento inicial nos motiva a leer, esa tensión inicial se acaba difuminando en la inmensidad de páginas que no aportan nada a la novela.
Un libro que podría haber sido y no fue. El hecho de que nos saquen constantemente de la narrativa hace que tampoco sea una lectura fácil. Falta un contexto narrativo que nos ambiente y nos sitúe en esa sociedad decadente que el autor nos esboza.
Los personajes acaban siendo todos cortados por el mismo patrón: desgraciados con alguna enfermedad, problema personal o circunstancias que le provocan desidia y pocas ganas de vivir. La falta de un villano o situación que genere terror o suspense también es algo reseñable.
Creo que hay otras opciones mejores para libros de terror. No obstante, no es un mal libro a fin de cuentas. El argumento inicial es impactante. Si buscas una lectura poco trascendente en la que divagar puede que en Disforia encuentres lo que buscas.
martes, 6 de octubre de 2020
La niebla - Stephen King
La niebla
Cuento que comienza con la llegada de una tormenta muy virulenta. Después de la misma, una niebla misteriosa empieza a extenderse por el pueblo donde ocurre la acción narrativa.
Lo más destacable es cómo poco a poco el cuento va ganando tensión y suspense a medida que la niebla va avanzando. Un supermercado será el refugio, y puede que último bastión, de los que parecen ser los supervivientes de la humanidad. Algo se esconde en la niebla: criaturas y engendros de todo tipo se irán intuyendo a través de la niebla. En lo que parece ser un guiño al genio de Providence, se menciona puntualmente a Lovecraft, a sus monstruos y dioses.
Los seres que habitan en la niebla tienen cierta reminiscencia a los monstruos lovecraftianos. Este gesto de King hacia lo que reconoce como influencia es un detalle elegante.
Detrás de toda la trama parece estar el conocido proyecto Punta de Flecha. No se especifica demasiado sobre el mismo: unos experimentos secretos a cargo del Estado que no dan el resultado esperado. Una especie de secreto a voces en el pueblo en el que viven los protagonistas. Ni siquiera los protagonistas están seguros de ello.
Técnica
La niebla es un cuento que bien podría pasar por novela dada su extensión. Con cerca de 200 páginas, King nos traslada una historia en la que vemos un gran trabajo de ambientación. En este cuento es más importante lo que no vemos que aquello que narra el autor. Ni siquiera podremos ver con claridad a qué se enfrentan nuestros protagonistas, al estar todo cubierto por la niebla.
Los personajes no son tan reseñables como sí lo es el conjunto de la obra. David Drayton es el protagonista de una historia en la que hace de cronista. Con un narrador en primera persona en tiempo pasado, iremos avanzando en la crónica del viaje de la mano de David. El estilo es directo, lo que se agradece al leer. A pesar de los tintes sobrenaturales que coge el relato, King imprime una narrativa vanguardista: sin entretenerse demasiado en descripciones.
La trama principal viene acompañadas de algunos hilos secundarios. Sin embargo, estas tratan más sobre temas no resueltos en el cuento. Todo lo relativo al proyecto Punta de Flecha y los monstruos me da la sensación que King lo resolverá en otros libros. Más allá de eso no hay muchos más temas secundarios a tratar en la historia. Tampoco son necesarios, y es por esto, en mi opinión, por lo que este relato coge la denominación de cuento como tal en lugar de novela.
El final de la novela es abierto. Todo parece indicar que el cuento está dentro de un universo creado por King. La niebla es mi tercer libro de Stephen King, pero estoy seguro que volveré a leer sobre el Proyecto Punta de Flecha y estos monstruos de los que poco hemos podido leer al ser prácticamente invisibles.
El mono:
Un juguete maldito omnipresente atormenta la vida de su protagonista. Hal Shelbun encuentra en un día de su niñez un mono de juguete en el desván. Casi desde el primer momento, Hal desarrolla un asco visceral hacia el mono y al sonido de sus platillos. Alucina con que le habla, con que le persigue. Con varios intentos frustrados, Hal intenta deshacerse del juegue embrujado, pero aquel sonido de platillos siempre vuelve. Hal acaba comprendiendo que el mono no debe tocar sus platillos. La muerte parece envolver la figura de aquel juguete, y a todos los que le rodean.
Técnica
En este cuento vemos un trabajo excelente de King para trasladar el miedo de su protagonista hacia un objeto concreto. Sentiremos angustia, una atmósfera opresiva rodea la figura del mono. Esto es lo más destacable de la historia. Aunque de final algo predecible, es una historia que se lee muy bien: narrativa ágil, poquitos personajes que cumplen bien con su función y un objeto que hace las veces de villano y a la vez de protagonista. Sin duda una perspectiva de terror bastante original.
El atajo de la señora Todd
Esta vez, King nos ofrece un cuento de corte más misterioso y fantástico, alejado del terror al que acostumbra. En un pueblo llamado Castle Rock, Homer, el mayordomo de una familia adinerada nos cuenta la historia de Ophelia Todd. Ophelia es una mujer indómita y apasionada del motor. Homer nos contará las carreras, el gusto por los atajos y la pasión por la velocidad de Ophelia. El día que Ophelia le ofrece a Homer acompañarla a uno de sus viajes verá que hay algo sobrenatural en el Mercedes de la señora Todd y en sus viajes.
Técnica
Una historia de corte más fantástico y misteriosa que contrasta con las otras dos del libro, más encaminadas hacia el terror más tradicional. Creo que este cuento hay que leerlo teniendo en cuenta el contexto y el año en que es publicado, y esto es lo más importante. Ophelia es un personaje que a día de hoy no resultaría tan llamativo: una mujer que le gusta la velocidad y el motor. El atajo de la señora Todd es publicado a mediados de los años 80. En aquel momento, la sociedad no estaba tan acostumbrada al feminismo como estamos a día de hoy. Tanto es así que en las notas al final de la novela, King nos cuenta que hasta tres revistas destinadas a público femenino en la época rechazaron publicar el cuento por diversas razones.
Con todo ello, el cuento rompe con lo que nos tiene acostumbrados King, pero resulta efectivo: los viajes por los bosques de Ophelia Todd y la ambientación fantástica entretienen y funciona.
A destacar
Lo que más destaco de este volumen es el gran registro con el que cuenta Stephen King. Mediante estos tres cuentos, el de Maine nos enseña que no es sólo un buen escritor de novelas, sino también de cuentos y relatos breves. Con La niebla vemos un cuento de perspectiva de terror más clásico, mientras que en El mono veremos un terror más vanguardista y con foco más original: proyectando el miedo y la atmósfera alrededor de un objeto. Mediante estas dos historias, King se perfila como un maestro en cuanto a técnicas narrativas. En El atajo de la señora Todd vemos una historia más breve algo distanciada del terror y más encaminada a la fantasía y ciencia ficción.
Todas las historias funcionan. Las tres son cuentos diferentes, con técnicas diferentes y en todas conseguiremos empatizar con sus personajes: sentiremos angustia en el supermercado al ver avanzar la niebla, nos dará asco y repelús al escuchar sus platillos y veremos mundos fantásticos y retorcidos en el Mercedes de Ophelia Todd.
Disgustos
Quizá lo peor de este cuento es tener que cambiar de un cuento a otro. En una novela nos acostumbramos a sus personajes, respiramos sus problemas y caminamos por sus paisajes. Al ser tres historias breves, y dos de ellas con finales abiertos, nos quedaremos con ganas de saber más. El Proyecto Punta de flecha en La niebla es un reclamo enigmático. Y justo cuando parece que vamos a saber más el cuento avanza y termina en un final demasiado abierto. Por otro lado, a pesar de su originalidad, El mono tiene un final algo predecible, y El atajo de la señora Todd a día de hoy es un cuento que no sorprende demasiado más allá de los pasajes de carrera por el bosque. Hay que tener presente el contexto en el que se publicó en su día el cuento para comprenderlo, y puede haber gente que no acepte el esfuerzo de situarse en el contexto de una época anterior a la actual.
Valoración: 8 /10
La niebla es un volumen de cuentos del que disfrutaremos. El autor hace gala de un gran registro, y nos demuestra que es capaz de generar terror e interés en sus lectores a través de muchas vías. Desde elementos más lovecraftianos y un terror más tradicional, pasando por un terror proyectado hacia objetos y corriendo a toda velocidad por paisajes de pesadilla. Stephen King nos ofrece tres perspectivas diferentes para vivir terror. Todas las historias funcionan a la perfección y nos dejarán con ganas de saber más. Agarrados de su brazo, el maestro de Maine nos sumergirá en terror como acostumbra: sin florituras, sin vacilar y dando prioridad a la historia mediante unos personajes bien construidos.
Si buscas una lectura variada y original, desde luego en La niebla encontrarás una gran alternativa.jueves, 1 de octubre de 2020
Ópera prima
Llegó con el correo de primera hora. Un pequeño sobre con la dirección de la comisaría de policía. Lo agitan. Es muy ligero. Algo pequeño salta en su interior. Lo pasean por todas y cada una de las estancias, pero nadie esperaba una carta. Dándose por vencidos lo devuelven a Administración. “Alguien lo reclamará”, dicen. Pero pasan las horas. El sobre sigue en su sitio. A última hora deciden abrirlo. Una llave hace el papel de abrecartas, y un pequeño pen drive se precipita sobre la mesa. Se miran. Observan el objeto anónimo que alguien envió a la policía.
Al enchufarlo al ordenador sólo hay un archivo de vídeo con el nombre de “Ópera prima”.
Doble click.
. . .
Al principio es un sonido difuso. Un martilleo en la cabeza. Una sensación similar a la peor de las resacas. ¿Dónde estás? Te preguntas. Embotado: la cabeza es un trillar de mil agujas atravesándote el cerebro. Los párpados pesan, y la lengua hace mucho que dejó de estar húmeda, y duele. Estás en una silla atado de pies y manos. Abres un ojo, el que puedes. Sólo ves oscuridad. Forcejeas, pero es inútil. Gritas: pide socorro. Nada. ¿Cómo has llegado aquí? Te preguntas en voz alta, pero no lo sabes. No recuerdas. Andabas en dirección a casa al salir de trabajar. Ahora estás aquí. Tienes hambre y hace frío. Parpadea. No se distingue nada: la negrura es total. Intentas forcejear de nuevo y pides auxilio. El mismo resultado.
Y de repente oyes un ruido. Al principio imperceptible, pero vuelve a repetirse: pasos. Vienen de arriba. Alguien se acercaba. Un terror primordial te invade y paraliza. Los pasos se acercan: bajando una escalera. Los notas cerca. De repente, silencio. No te has vuelto loco. Estaban ahí. Alguien está a tu alrededor. Un sudor frío recorre tu espalda: no lo puedes ver, pero está ahí. Como el más aterrador de los fantasmas. Rondando. Una sombra de pesadilla camuflada en la oscuridad, invisible. Click: un fogonazo. Te observa. Delante de ti una figura enmascarada te observa, impasible. No se mueve. No parece siquiera estar vivo. Como si un muro de hielo os separara. Arrastrado por la locura gritas: ¿quién eres? ¿Qué quieres de mí?
De repente, se vuelve a ir la luz. Oscuridad. Al volver la luz no hay nadie. Un picotazo en el cuello. Ruido de zapatos alejándose. La conciencia se te empieza a escurrir. Las formas se vuelven vaporosas. La realidad muta, desdibujando sus contornos. Ruido de zapatos acercándose. De nuevo inmóvil como un espantapájaros. ¿Ehm…..a mtarrr?, aciertas a decir. La figura enmascarada sigue observando. Lleva una máscara blanca. Envuelto con una capa, espera. El somnífero sigue su camino por tu cuerpo, impidiéndote mover el cuerpo. Giras la cabeza y a la izquierda ves un piano negro de teclas amarillentas. De dentro de la capa, la figura enmascarada saca una mano: su dedo señala algún punto detrás de ti. Se acerca. Nooooo… Las palabras se arrastran por tu boca. Te levanta y gira. Vuelve a señalar. Un horror que resquebraja tu conciencia: estás en una especie de escenario. Por debajo de ti varias hileras de sillas sobre las que descansan cuerpos. Cadáveres con muecas en el rostro: ojos abiertos, fijados con extraños hilos de metal. Cabezas afeitadas al cero. La boca a medio coser, como si su último grito se hubiera congelado para siempre en sus caras. Las palmas de las manos, volteadas hacia arriba marcadas: todos marcados con una especie de flor en la cabeza y en las palmas de las manos.
Empiezas a llorar. Miras a tu acompañante. ¿Hace cuánto tiemblas? Sus pasos resuenan, clavándose en tu sien. Se dirige al piano. Una melodía fúnebre comienza a llenar la estancia. La figura interpreta: deslizando sus manos a lo largo y ancho del teclado. Restallando cada nota como la punta de un látigo para unos espectadores con un gesto de asombro sempiterno. Te observa. Una marcha fúnebre emana de sus manos. Forcejeas de nuevo. Apenas te puedes mover. De nuevo el silencio. Cierra la tapa del piano y se incorpora. En el centro del escenario hace una reverencia teatral al público. Entonces se gira hacia ti. Algo te dice que eres el siguiente en ocupar una de las sillas vacías.
Deja caer su capa y ves una bolsa colgando de sus hombros. Una maquinilla de afeitar y una navaja confirman tus temores. Cuando ha terminado se detiene. Un charco de pelos dorados se desparrama a tu alrededor. Lloras, paralizado por la droga inoculada y por la impotencia. El terror es una mano fría que te agarra del cuello. Los pasos se alejan de ti, perdiéndose a tu espalda. Te obligas a cerrar los ojos, en un intento de no ver tu futuro.Vuelve con una vara que termina en una extra rosa espinada al rojo vivo en una mano. Un enorme cuchillo en la otra. Luchas desesperado. Olor a carne quemada. Un dolor que retuerce tu alma. Ves cómo la mano del cuchillo se eleva despacio. Gotas de sangre salpican la máscara nacarada. Las únicas palabras que escuchas vienen de una voz grave y tétrica:
—De tu sufrimiento crearé arte.
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